Estamos en pleno
siglo XXI viviendo nuevos modos de afrontar la realidad organizativa, nuevas
maneras de gestionar y viviendo un entorno cambiante y turbulento capaz de
afectad desde la más grande multinacional a la más pequeña empresa local. Todo
está cambiando, relaciones, visión estratégica, visión de negocio, los sistemas
y subsistemas organizativos, la tecnología, y así un sinfín de variables que
nos rodean en la cotidianeidad.
Desde la visión
más tradicional de la economía siempre se han visto los recursos humanos como
un recurso fácilmente manejable por el área financiera, de hecho, en muchas
organizaciones la prioridad es fundamentalmente financiera y no sistémica de
los diferentes departamentos funcionales. Las necesidades de márgenes que se
ajusten a las expectativas de los inversores, la imperiosa necesidad de
resultados a corto plazo, la visión de negocio con rentabilidad inmediata, y la
prioridad en la estrategia de la consideración meramente financiera han hecho
que los recursos humanos pasen a ocupar un segundo plano en las organizaciones.
Cuando las
organizaciones se rigen solo por criterios de rentabilidad y no de
competitividad, se convierten en meros instrumentos especulativos alejados del
fin ultimo de una organización. Bajo este mismo prisma, las personas no son
consideradas de valor, son meros instrumentos de la organización y en muchos de
los casos vistas como coste laboral, por lo tanto, en muchos casos, reducidas a
su mínima expresión.
Llama la atención
que en la sociedad actual, teóricamente más sensible a las personas y su
bienestar, siga habiendo un discurso tan instrumental de las personas. Ya no
solo por su visión tan anticuada e inhumana, sino también por su falta de
vinculación con la competitividad. Las empresas están perdiendo el foco en la
organización para ser meros instrumentos financieros. Este tipo de
reduccionismos está especialmente dañando de modo muy claro a los departamentos
de recursos humanos que siguen luchando por hacerse valer en la dirección, lográndolo
solo en muy contados casos. ¿Qué futuro nos espera? Indudablemente necesitamos
un cambio no solo en los valores organizativos sino también una transformación radical
de los servicios de recursos humanos. Las organizaciones deben contemplar el
impacto real de las personas como fuente estratégica de la competitividad
organizativa, y los departamentos de recursos humanos deben transformarse para
integrarse más con los directivos y con el resto de áreas funcionales. La
verdadera Dirección de Personas está aun por venir, pues las mentalidades
cuestan de cambiar, pero aun así deberemos reflexionar hacia donde van los
nuevos modelos de management que no parecen integrar a las personas en sus
ecuaciones financieras. Por eso necesitamos siempre una ratio que relaciones
los datos financieros con los valores organizativos para conseguir equilibrar
un numerador demasiado enfatizado y priorizado por encima de un denominador
claramente ignorado.
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