Hasta hace bien poco las empresas más valoradas eran
aquellas que más trabajo estable proporcionaban, de hecho, esto era un
indicativo de su “preocupación” por el personal. Esta famosa lealtad se ha
llamado de muchas maneras tanto a nivel
profesional como científico: compromiso, confianza, lealtad, apoyo, etc… y en
todas se obtenían resultados directos con la satisfacción laboral y por lo
tanto con la productividad o esfuerzo personal por la empresa.
Sin embargo, uno de los mensajes claros que ha traído este vaivén
de valores y creencias llamado crisis, es precisamente la declaración expresa por
una gran mayoría de las empresas de que la lealtad no existe, al menos tal y
como se concebía antes. Sin entrar a valorar el trasfondo ético de esta
afirmación, si que es verdad que la empresa, en términos generales, ha saneado
su economía a coste del personal, en algunos casos justificada por la caída de
los mercados en algunos otros aprovechada para sencillamente eliminar costes.
Aquí tampoco entraremos a valorar la pérdida estratégica y competitiva que
indican muchos estudios cuando se utiliza la reducción de plantilla como
estrategia de reducción de costes.
Continuando con el discurso, la empresa ha despedido o
prejubilado a persona de más de 50 años, pues era el personal que más coste le
suponía, independientemente de su valor estratégico y su talento. Pues la
afirmación que más se ha oído en el mundo empresarial ha sido “y con un sueldo
de estos tenemos para tres nuevos puestos”, donde al final solo contratan a uno
y se reducen por lo tanto muchos costes. Esta pérdida precisamente del personal
que estaba más “comprometido” y que más antigüedad tenía en la empresa y donde
sus cimientos de las relaciones laborales eran los anteriormente comentados de
la famosa “lealtad”, ha supuesto una ruptura pública y explícita de una de las
partes. Más aún cuando ahora tenemos más de cuatro millones de parados la
balanza del poder de negociación se ha inclinado de modo abrupto hacia el
empresario. La pregunta del millón ahora es ¿y qué queda de esta lealtad? ¿Cuál
es el nuevo modo de relación? ¿En qué se debe creer ahora? De hecho si tres de
cada cuatro jóvenes que trabajan (habría que matizar de los pocos que pueden
trabajar) están buscando nuevas oportunidades de modo activo, ¿cuál es el nuevo
vínculo que han aprendido las nuevas generaciones de trabajadores o futuros
trabajadores?
La palabra clave ahora es el talento, no solo en las
organizaciones sino también a nivel personal y profesional. El nuevo empleado
ahora trabaja más que nunca sus competencias profesionales para poder tener
valor en este mercado y poder incluso “negociar” con los agentes empresariales.
Este es el verdadero reto actual de analizar cada profesional su perfil actual
con los perfiles más demandados profesionalmente y ver de qué modo puede
rellenar ese gap, esa discrepancia, y así intentar ajustarse a lo que en el
mercado se denomina “valor profesional”. La pregunta por lo tanto sería ¿Cuánto
valor en el mercado tienen tus competencias profesionales actuales? Y esta
reflexión la podemos hacer solos o acompañados. Mi recomendación es obviamente
que se busque un profesional externo y objetivo que ayude a valorar la situación
actual y a reconducirla. No es cuestión de pelear por un mercado que esta ya
obsoleto o que apenas hay oportunidad, sino quizás de reconducir la situación a
tiempo. Solo el talento, el valor en el mercado del profesional, será el que
garantice las oportunidades futuras. Y en este sentido las empresas son cada
vez más conscientes de captar ese talento de modo prioritario. Por lo tanto,
más que lealtad o fidelidad, deberíamos hablar de responsabilidad profesional
individual en nuestra marca o competencias, de coincidencia de valores, de
sinergias entre los proyectos organizativos y los proyectos individuales, y de
oportunidades compartidas. Este nuevo lenguaje es mucho más existencialista y
complicado de afrontar, por ello no es de extrañar que haya cada vez más
profesionales del coaching ejecutivo, mentores y asesores que se han convertido
en los verdaderos facilitadores hacia el cambio organizativo y de paradigma que
vivimos.
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