¡No! ¡Yo no soy de esos que no ven que todo cambia! ¡Yo
cambio!¿Qué no lo veis? Este diálogo lo mantenemos todos por dentro. Observamos
a aquellos que se resisten más al cambio que nosotros, ellos son los no
adaptados, pero seguro que hay alguien que nos observa a nosotros ¿lo has
pensado? El cambio es relativo, tan relativo, que podemos convencernos de
aquello que queramos. Al fin y al cabo es lo que siempre hacemos.
Las personas se adaptan, y echan raíces, muchas raíces, sin
darse casi cuenta eso sí. Sencillamente se atrapan, o se ven atrapadas por
filamentos invisibles. Pues si fueran visibles seguramente no podríamos vivir
igual. Imagina ser consciente que estás atrapado en tu indiferencia, en tu
apatía, en tu parálisis, ... ¿Qué sentirías? Y sobre todo ¿cómo reaccionarías?
No se si podríamos aguantarlo, de hecho por eso el existencialismo no triunfa,
vence el optimismo, la alegría ponderada capaz de transformar todo con esa
doble capa de parafina colorida que nos permite vivir y sonreír. Si nos viéramos
atrapado sencillamente seríamos conscientes y eso sería grave, sí, muy grave.
Ser inconsciente de muchas cosas por eso tiene ventajas, quizás la de la
supervivencia, la de tener un día a día que afianza y nos proyecta hacia el
futuro.