Quizás suena algo mecánico y poco humano,
pero tenemos la misma capacidad como seres vivos que muchos otros artilugios
donde podemos decir on/off. Y aunque tengamos la ilusión que gestionamos o que
podemos gestionar los comportamientos de los demás en el mundo organizativo, me
temo que esto no acaba de ser verdad. De hecho, es en realidad una realidad
complaciente y subjetiva fundamentalmente errónea. Quizás le suene algo duro
como planteamiento, pero a estas alturas de la realidad donde las empresas
mueren o desaparecen, los trabajadores se desvinculan o son desvinculados, y
donde se anima a montar empresas desde solo la actitud sin medios ni apoyos
reales estructurales, creo que es un buen momento para hablar de este modo.
El comportamiento organizativo es una
disciplina teórica y científica avalada por muchos años de estudios y artículos
en la ciencia. De hecho, comprender el comportamiento organizativo significa
diferenciar entre valores, creencias, actitudes, intenciones y comportamientos
en el plano más individual. Y comprender esta profundidad del ser humano
significa atender a los diferentes niveles. La cuestión de fondo es
precisamente ¿qué plano del comportamiento organizativo se relaciona con la
empresa?
Si hablamos de dirigir por valores,
estamos intentando implicar y comprometer al profesional en su plano más
profundo. Eso implica concordancia en valores o aceptación con respeto. Este
plano es el más poderoso pero también el más complicado de conseguir. Pues
requiere una cultura organizativa fuerte capaz de aunar y alinear los
comportamientos directivos para fomentar un ente más allá del liderazgo
individual. Esto no es extensivo a la gran mayoría de las empresas, las cuales
son fagocitadas día a día por su falta de sinergia y alineación organizativa. Requiere
un trabajo simbólico importante, signos continuos alineados con los objetivos y
modelos de liderazgo basados en el ejemplo, el respeto y la ética, entre otros.
Por lo tanto se asemeja a liderazgos transformacionales, éticos,
trascendentales o incluso espirituales. Por lo que requiere alta inversión en
desarrollo organizativo desde el plano racional como el plano emocional, por eso,
es el nivel más alto del desarrollo. De hecho, aunque estratégicamente es
complicado alcanzar este estado de contrato y compromiso con el empleado,
cuando se obtiene los resultados organizativos son realmente de alto
rendimiento pues el empleado se entrega no sólo por “contrato” sino porque está
acorde a la organización en su misión, visión y valores. ¿Ideal? Puede ser pero
hay casos reales que así lo atestiguan, eso sí, considerando siempre la premisa
que NO hay empresa perfecta como tampoco hay persona perfecta. La imperfección
es la base también de la humanidad, es la base del desarrollo organizativo y
del crecimiento profesional.
Pasando ya a un segundo plano,
encontramos un cuerpo de creencias compartidas pero no asentadas en valores.
Las creencias son realmente importantes pues fundamentan un nivel también alto
en la implicación. No generan las mismas sinergias que la dirección por
valores, pero alcanzan niveles óptimos de rendimiento al compartir en muchos
casos a nivel cognitivo el sentido del trabajo y su identidad. Esto implica
profesionales que hacen bien su trabajo y con altos rendimiento pero no en el
sentido de la excelencia que quizás podemos ubicar la dirección por valores.
Compartir creencias es un trabajo profundo en la organización y que requiere
altas inversiones en desarrollo y planificación. En este sentido no
necesariamente hay una compartición emotiva profunda que junto con las
creencias se instauraría en una verdadera dirección por valores. Pero aún así,
es un objetivo realmente idealizado en el management y la dirección de empresas
por su relación con la productividad y la eficiencias.
Comprenderá que a niveles más bajos nos
encontramos las actitudes, que son vínculos de atracción emocional no
arraigados del todo en las creencias, y que conforman un nivel más superficial de relación. Tener
una actitud positiva de los trabajadores hacia la organización es un primer
peldaño a conseguir que se gana con gestos diarios y con comportamientos coherentes
y fiables en el tiempo. Por lo tanto, es verdad que aunque es más superficial,
su implicación para vincularse después con las creencias y conformar estilos
más profundos como la dirección por valores es realmente vital. Requiere menos
atención al desarrollo y más a la organización como un todo en temas de ética,
coherencia y objetividad. Tener por ejemplo una organización que cumpla con la
equidad diariamente garantizaría un buen clima y con ello buenas actitudes
profesionales. Los resultados son más a corto plazo y si no se estimulan con continuidad
pueden perder efecto las inversiones que se puedan hacer. Por eso hay que
valorar la inversión de desarrollo, formación y gestión del talento el plano
que pretende alcanzar. Las actitudes conforman intenciones de comportamiento, y
por ello es importante vincular la acción que quiere afectar a la actitud con
el resultado comportamental que se pretende conseguir en un espacio corto de
tiempo. Cuanto más nos alejemos entre estas dos variables menos poder
predictivo tiene la actitud.
Y por último nos vamos al comportamiento
visible de las personas, eslabón mínimo de relación entre un empleador y un
empleado. Este aspecto ha sido muy estudiado en la economía desde la teoría de
los costes de transacción. Sin embargo, a la economía le ha costado tiempo
asumir las diferentes capas y profundidad del ser humano que conforman su
comportamiento. Si nos basáramos únicamente en el comportamiento, dejaríamos
atrás las principales ventajas y objetivos que se buscan en la empresa. Por eso
tenemos que ir más allá de los comportamientos y hacer empresas humanas, el
único sistema capaz de integrar los diferentes niveles aquí expresados.
2 comentarios:
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Yo ayer pasé del off al on. Después de escuchar a Roberto en Oviedo vvolví a conectarme con el espíritu del coaching y el desarrollo profesional y gestión del talento.
Gracias Roberto y enhorabuena.
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