Nos estamos acostumbrando a oír que la formación tanto en la
educación de nuestros jóvenes como la de nuestras organizaciones no es de buena
calidad. Y parece que esta costumbre la hacemos con una consigna fustigante de
resignación.
Por otro lado, nos dicen que mejoremos la formación de las
organizaciones cuando todos sabemos que si no es por la “tripartita” en este
país sólo un 15% de las empresas lo harían voluntariamente de modo intenso. Así
también, nos dicen que mejoremos la educación universitaria con nuevos
planteamientos como Bolonia con menos recursos aún y con aulas de más de100
alumnos. Nos dicen que mejoremos la educación de nuestros jóvenes cuando muchas
aulas son un verdadero polvorín de jóvenes sin interés obligados y poco
motivados, y con profesores en general cada vez más desprestigiados. Nos dicen
que eduquemos a los niños y en realidad más que escuelas nos encontramos
sistemas educativos que intentar paliar el problema de los horarios laborales de los padres.
Nos dicen que mejoremos la educación cuando no hacemos más que cambiar de sistema educativo cada dos o tres años, donde sin estrategia y por actos meramente impositivos, se pretende en el nombre de la educación, encontrar la fórmula mágica con tres o cuatro medidas de impacto mediático. Eso sí, todos son “salvadores de la educación”, y sin dudar de las buenas intenciones, creo que la educación como la ciencia no necesita salvadores sino planes consistentes y basados en información y conocimiento objetivo para formular sus mejoras en el tiempo.
Nos dicen que mejoremos la educación cuando no hacemos más que cambiar de sistema educativo cada dos o tres años, donde sin estrategia y por actos meramente impositivos, se pretende en el nombre de la educación, encontrar la fórmula mágica con tres o cuatro medidas de impacto mediático. Eso sí, todos son “salvadores de la educación”, y sin dudar de las buenas intenciones, creo que la educación como la ciencia no necesita salvadores sino planes consistentes y basados en información y conocimiento objetivo para formular sus mejoras en el tiempo.
Por otro lado, los datos indican que no tenemos buenos
resultados en educación, y quizás por eso es importante reflexionar sobre el
papel que tiene y queremos que tenga en nuestras vidas y en nuestras
organizaciones. Pero hagamos lo que hagamos, la educación es la base de un
país. La educación no puede depender de una legislatura, debe ser independiente
y tener su propia inercia más allá de la política de turno. La educación
necesita innovación y reformas, pero consensuadas, negociadas y sobre todo
basadas en el verdadero debate de todos sus agentes. Está claro que necesitamos
ver otros modelos, ver el nuestro y tener indicadores, reflexionar en foros
para analizar cómo cambiar y en qué sentido, aplicar nuevas tecnologías y
nuevos sistemas de innovación educativa, implicar a todos los que intervienen
desde profesores a padres y empresarios. Pero sólo desde un verdadero debate
con datos objetivos y compartidos podremos avanzar. El vaivén continuo que está
sufriendo nuestra educación sólo sirve para dejar perplejos a muchos de los
expertos internacionales que no entienden lo lejos que estamos aún de una
educación que desarrolle y genere espíritus críticos. Quizás por eso es
importante reflexionar en todos los ámbitos: colegios, institutos,
universidades, empresas y departamentos de recursos humanos y generar un debate común.
Tristemente, aún se ve una formación que compromete e
implica al alumno a la participación como algo “raro y ajeno”. Seguimos
hablando de enseñar y no de aprender, seguimos poniendo el foco en el profesor
y no en el alumno. Seguimos obsesionándonos con exámenes y trabajos llenos de
contenido informativo sin ninguna participación a otros ámbitos como el
desarrollo intelectual y emocional o el espíritu emprendedor. Hacemos programas de mentoring educativo
para cientos de alumnos rompiendo la esencia del propio mentoring por falta de
recursos ya que se requieren mentores de calidad. Hacemos programas de
innovación educativa y nos encontramos con elementos muy básicos de tecnología
sin ser realmente una innovación profunda y de calidad.
Abordar la educación es hacerlo desde el aprendizaje
individual del alumno, desde su desarrollo, desde su comprensión y crecimiento.
Significa hablar del principal recurso de un país, un recurso estratégico que
está algo denigrado, y que necesitamos recuperar con optimismo y calidad. Tener
ciudadanos, alumnos y profesionales educados con calidad y talento significa
garantizar no sólo la competitividad de un país sino su bienestar.
Pero recordemos no confundamos “titulitis” con educación. Este
país está sobreformado en títulos. Esto debió ser un primer paso en su tiempo a
una formación de más calidad como garantía democrática de todo ciudadano, pero
ahora no nos podemos conformar con un título. Y esto bien merece una reflexión…
En enero (jueves 24, 17,30h.-20,15h.), en Valencia organizamos desde AEDIPE una charla gratuita sobre innovación educativa y talento en educación.
Otros artículos relacionados del autor:
La Motivación en la Educación: Más Allá de las Palabras (en la revista universidad
de padres de Jose Antonio Marina).
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