El coaching ejecutivo-organizativo (E-O)
ha crecido de modo espectacular en los últimos años. Su gran poder interventivo
así como la demostración de su retorno de la inversión han hecho que de no ser
conocido pase a ser una herramienta indispensable en todo desarrollo directivo.
En este sentido cada vez son más los profesionales que viven de la formación y
el coaching como modelo de intervención en las organizaciones. Y por ello, su
metodología se expande de modo creciente. El coaching E-O se aplica tanto a
empresas como a todo tipo de organizaciones: administraciones públicas,
instituciones o asociaciones profesionales en temas de
sanidad, educación o deportes, entre otras. Esto hace que cada vez más se le
asocie con una figura que busca un nuevo estatus profesional en el mundo
organizativo. No podemos más que augurar un gran desarrollo de la profesión y
de la disciplina, pues a pesar de un relativo caos en terminologías y modelos
de intervención, como toda disciplina naciente en el ámbito organizativo, el
propio mercado pondrá sus límites y regulará la calidad y ética de las
intervenciones. De hecho el asociacionismo profesional existente está llevando
a cabo esta función de modo flexible e integrador. Pero normalmente es el
mercado el que pone claros los límites y las exigencias, por lo que en este
tiempo que nos viene, aún veremos grandes transformaciones de la función y de
su interlocución organizativa.
Si algo estamos de acuerdo todos los que
trabajamos en coaching E-O es precisamente de las bondades de la herramienta,
sin embargo, dada la proliferación actual de coaches (una gran mayoría sin
certificar en el ámbito organizativo) será necesario marcar unas directrices y
límites que creemos relevantes en la profesión.
(1) El coach E-O como sabio: el coach no deja de ser una persona
normal especializada en el desarrollo directivo y profesional que toma toda su
fuerza en la distancia y en la objetividad. En este sentido, la ayuda del coach
es siempre una ayuda desde la no intervención sistemática y desde la no
subjetividad. El coach es por lo tanto
un profesional especializado que necesita también pasar por procesos de
coaching cada cierto tiempo para poder filtrar sus subjetividades y ser
consciente de ellas. Por lo tanto, no se debería generar el mito de coach como
profesional con poder o profesional que ve más allá. Esta falta de
humildad y perspectiva se da sobre todo
en coaches no asociados profesionalmente y donde no es necesario una revisión
de su rol bien por supervisión bien por pasar por procesos de coaching como
coachee.
(2) El coach E-O como illuminati: el coach iluminado es fruto de un
proceso de coaching que le han hecho y que ha tenido tal potencia en su vida
que requiere devolver este mismo proceso a todos. Por eso, son profesionales
que buscan de modo constante transformar y que no se conforman con un simple
cambio actitudinal o comportamental. El foco de su estrategia está más en la
mente del coach que en la del coachee por lo que pierden perspectiva y se
frustran con facilidad si el coachee no se “transforma”. Esta perdida o
incapacidad de ponerse en el lugar del otro es precisamente una incompetencia
que dañará el ejercicio profesional. El coach debe respetar el nivel de cambio
que acepta el coachee y no aprovechar la intimidad ni accesibilidad del coachee
para marcar sus propios objetivos. Los cambios siempre son sistémicos y no
deben olvidar el sistema persona capaz de asumirlos.
(3) El coach E-O como mentor: en muchos círculos se debate el nivel de
intervencionismo que tiene o debería tener el coach. Según las escuelas el
nivel de intervencionismo es diferente, y por lo tanto, deberíamos ser prudente
con esta dimensión. Lo que sí está claro es que el coachee es siempre el
responsable de sus cambios y que cuanto menos traslademos el mapa metal del
coach sobre el coachee más efectivo será el cambio. Sin embargo, esta
problemática proviene fundamentalmente de que no se conocen claramente los
objetivos del coaching siendo receptores del mismo profesionales que
seguramente requerirían un proceso de mentoring o alguna otra herramienta de
desarrollo y que sin embargo son incluidos en el “tan de moda” coaching. Eso hace
que al final el profesional busque respuestas en el coach y que el proceso se
complique. Tener una perspectiva integral del desarrollo directivo y tener
dentro el coaching permite que podamos optar de modo flexible a todas las
herramientas más que utilicemos una de modo sistemático y unilateral.
(4) El coach E-O como psicoterapeuta: si algo se tiene claro en el
mundo organizativo y empresarial es precisamente la diferenciación entre
terapia y desarrollo profesional. Aunque las organizaciones tengan problemas no
son precisamente los modelos terapéuticos los que mejor papel deberían hacer.
Sin embargo, dos perfiles normalmente suelen intentar modelizar la organización
desde el ámbito clínico: (1) el psicólogo clínico: que no el psicólogo
organizativo, pues a pesar de la fortaleza de las herramientas con las que
trabaja el clínico, su perspectiva desde la enfermedad y su falta de
conocimiento de la naturaleza organizativa dañan la intervención con
terminología centrada en la enfermedad, anormalidad, problemática, cronicidad,
diagnóstico, etc… Sin embargo el psicólogo organizativo tiene la oportunidad de
aplicar con gran sinergia todas sus competencias profesionales. (2) el coach
personal que ha encontrado en el coaching su propia salvación y busca como illuminati salvar a todos desde su
transformación personal: el ámbito organizativo tiene no sólo una dimensión
personal sino también de rol, de grupo y de organización. En este sentido, la
aplicación del coaching personal al ámbito organizativo puede ser tan dañina
como la que comentamos previamente del psicólogo clínico. Un modelo únicamente
centrado en la persona impide una buena interlocución con el director de RRHH o
el empresario o el director general que nos contrata, pues genera primeros
contactos con muy poca complicidad en el lenguaje y en los objetivos. De hecho
este perfil de coach normalmente se dice como organizativo pero se le reconoce
porque en sus intervenciones no utiliza ni lenguaje organizativo y se centra
exclusivamente en la persona (miedos, emociones personales, otras áreas como la
pareja y la familia, etc).
(5) El coach E-O como consultor: en muchos casos el coaching se ha
incorporado como herramienta de intervención en muchos consultores sin haber
pasado por un proceso de desarrollo de habilidad. Sencillamente se ha añadido
un producto más de venta. Esta falta de perspectiva impide que el coach que
añade sus competencias de intervención en la consultoría organizativa pueda
beneficiarse de la potencialidad de la herramienta. En este sentido, el coach
consultor de empresas es recomendable que trabaje su mentalidad resolutiva e
interventiva para frenarla y amortiguarla con la mentalidad de coach, más
paciente que refleja el comportamiento, emoción y actitud del coachee. Así
también, la moda impuesta en la consultoría genera que se utilice de modo
desmedido en todo tipo de aplicaciones y con todo tipo de nombres o apellidos,
perdiendo rigurosidad y generando una mala percepción empresarial y social. Por
lo tanto, la herramienta del coaching debe incorporarse a las herramientas de
la consultoría externa o interna de modo que ajuste y se aplique en las
situaciones donde realmente es poderosa y no en cualquier situación por
defecto.
(6) El coach E-O hipertitulado: dado que la profesión de coach
requiere una alta formación intensa en el tiempo, es verdad que se requiere
estar al día en muchas áreas o disciplinas: psicología organizativa,
management, neurociencia, sociología, economía, relaciones laborales, … pero lo
que nos encontramos en muchos casos son coaches con muchos títulos como garantía
de su intervención, en muchos casos con referencias internacionales como
garantía de calidad, pero muy pocos de ellos si lo analizamos en profundidad en
el ámbito organizativo. Ni que decir, que la mejora manera de comprobar el
poder de un coach es teniendo siempre una supervisión constante de todas las
intervenciones. Los modelos anglosajones lo tienen muy claro en este aspecto,
pues seleccionan y contratan coaches y también supervisores independientes. Es
decir, primero seleccionan qué coaches pueden ser mejores para la organización
con entrevistas sobre metodología y comprobando experiencias en organizaciones
y verificándolas. Y después contratan la figura de un coach senior supervisor
que de modo independiente haga seguimiento de las intervenciones garantizando
la calidad del proceso. En este sentido, los títulos o el efecto titulitis debe
demostrarse y no sólo mostrarse. Conforme los responsables de RRHH vayan siendo
mejores interlocutares en este proceso sabrán filtrar mejor la excesiva
titulitis que suele acompañar a los coaches y que no siempre es garantía de la
competencias profesionales. Una cosa es conocimiento y otra es habilidad y
actitud.
(7) El coach E-O unimodelo: bajo este epígrafe incluimos una tipología
de coaches que normalmente trabajan bajo un único modelo. Su “creencia” de la
importancia del mismo les hace trabajar sólo con esa perspectiva que “creen”
genérica a todo tipo de situaciones. En este sentido, es una falta de
perspectiva trabajar sólo con un modelo de intervención pues la dependencia del
proceso está más en el coach que en el coachee. Por ello, es importante que el
coach se forme en diferentes disciplinas de intervención en el ámbito
organizativo para poder ser más flexible y adaptativo a los perfiles de coachee
o directivo o profesional que se encontrará en la organización. No hay modelos
únicos ni elixires mágicos ni crece-pelos milagrosos.
Aun siendo consciente de
no ser exhaustivo, creo que estos siete puntos pueden aclarar en gran medida
muchas de las situaciones actuales que nos encontramos. Con el tiempo, el coaching E-O ocupará
"su lugar" en las estrategias de gestión del talento y desarrollo
organizativo de una forma clara y formal. Mientras, es la ética y la
responsabilidad social del profesional mediante su ejercicio y su pertenencia
asociativa la que garantiza el impacto de su intervención.
4 comentarios:
Muy buen artículo, Roberto.
Es importante la tarea de "Desmitificar" la tarea del coach.
El Coach no es un mago que soluciona los problemas con una varita mágica. El coachee tiene todo el potencial y la obligación de trabajar en sí mismo. Nosotros sólo somos un acompañante cualificado.
Nuestra intervención dispone de la suficiente aplicabilidad y eficacia como para necesitar "que la vistan" con ropajes que no son necesarios.
Gracias Roberto por tu artículo, lo comparto. Tan claro y tan descriptivo de la realidad en la que actualmente se encuentra el coaching ejecutivo y organizacional, y que permite con su lectura ubicarnos dónde estamos y qué tendríamos que hacer para estar allí dónde querríamos estar.
Es muy importante saber reconocer cuando un proceso de coaching no encaja con nuestra preparación, o “nos queda grande”, y retirarnos honrosamente para no hacer daño a la profesión. Pienso que muchas veces hay una falta de humildad y mucho endiosamiento para admitir que es necesario ser coachee y también que personas formadas para ello te supervisen para seguir mejorando como coach. Queda mucho camino por recorrer…
Un abrazo.
Genoveva VERA
Gracias Javier en efecto esa era parte de la intención de la entrada... un abrazo
roberto
Gracias Genoveva, en efecto, creo que los límites tenemos que respetarlos claramente y tener la suficiente humildad para saber en qué terreno "jugamos". No dudo tú estás en el camino... un beso
rober
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