En este mundo dicotómico que tanto nos gusta, listo-tonto,
guapo-feo, alto-bajo, tóxico-no tóxico, no caben puntos intermedios y como
diría un estadista no tenemos apenas diferencias para poder discriminar. ¿Acaso
no existe todo un mundo de colores entre medias de estos polos o extremos?
Indudablemente, este mundo aristotélico favorece poco a la ciencia y en general
a cualquier área o disciplina. ¿Dónde queda la variedad y la diversidad? Nos
encontramos niños que se burlan de otros por que son más gordos, porque juegan
con chicas o porque llevan gafas. Adultos que no quieren salirse de la “norma”
o incluso del “pensamiento único”, y es que la apisonadora de la normalidad
puede ser realmente destructiva.
En el contexto organizativo muchos conferenciantes solemos
distinguir claramente los términos jefe, directivo y líder. El jefe es el malo
de la película claro, el directivo lo utilizamos como término intermedio sin
connotaciones y el líder claramente el bueno. Hemos avanzado de dos
alternativas (bueno-malo) a tres. Pero aun así no hemos avanzado mucho en la
diversidad.
Del mismo modo, hablamos de los jefes como malos y tiranos, y de los emprendedores como grandes héroes. Los líderes son el ejemplo, y como solemos decir, ojala coincidieran con los cargos directivos.
Del mismo modo, hablamos de los jefes como malos y tiranos, y de los emprendedores como grandes héroes. Los líderes son el ejemplo, y como solemos decir, ojala coincidieran con los cargos directivos.
Y también hablamos de los jefes tóxicos, algo redundante
bajo nuestro ejemplo, pues si ya al jefe le damos connotación negativa cuando
ponemos tóxico es que realmente es malo. Y es que con las palabras muchas veces
nos liamos. No conozco líder, directivo o jefe que no tenga algo de toxicidad.
Por eso creo que se debería hablar del porcentaje de toxicidad, pues si
asumimos que todos en alguna medida podemos ser tóxicos, al menos nos
dedicaremos a buscar desesperadamente dónde estamos haciendo “daño” a nuestros
colaboradores. ¿Cómo? Muy fácil, preguntando. ¿Le han hecho algún estudio donde
hayan preguntado a sus colaboradores bien con técnicas cuantitativas o
cualitativas sobre su liderazgo? Seguramente se sorprendería, pues encontramos
líderes con cuatro áreas: (1) las que saben que hacen bien y coinciden con lo
que dicen los demás (puntos fuertes conscientes); (2) las que no saben que
hacen bien y los demás les dicen que hacen bien (puntos fuertes inconscientes);
(3) las que saben que tienen que mejorar y los demás les dicen que en efecto
son áreas de mejora (área de mejora consciente); y (4) las que no saben que son
área de mejora creyendo lo hacen bien y los demás les dicen que en realidad son
áreas de mejora (zona ciega). Si
dividimos todos nuestros comportamientos diarios con nuestros supervisores,
pares y colaboradores en estas cuatro categorías podríamos tener un cuadro muy
interesante de nuestro perfil. Y por supuesto, no conozco aún caso de directivo
que no hayamos encontrado los cuatro perfiles de comportamientos en algún
porcentaje. ¿Por qué me preocupa especialmente la zona ciega? Fundamentalmente
porque estamos dañando la organización y a nuestros equipos de modo
inconsciente. Por eso, aunque nuestra estrategia siempre es fortalecer lo que hacemos
bien y sabemos, lo que nos dicen que hacemos bien, y mejorar en lo que somos
conscientes que podemos mejorar. Es realmente prioritario saber cuánto tenemos
de toxicidad en nuestro comportamiento para al menos evitar “dañar”. Recordemos
que encima es el “daño” inconsciente el que puede hacer de modo ponderado más
daño pues al no ser conscientes incluso a veces podemos “hacer gala” de ello o
utilizarlo de modo indiscriminado creyendo es un punto fuerte. Por eso, detecte
sus zonas ciegas, y con ello avanzará en la mejora de sus equipos y de su
organización. Y es que no lo dude, todos tenemos algo de toxicidad. Un día les
contaré la mía.
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