No voy a ocultaros a estas alturas mi pasión por el tenis.
Ni que por mucho que viaje por motivo de mi trabajo a nivel nacional o
internacional sigo con pasión todos los torneos que puedo. Reconozco que desde
un punto de vista externo y no apasionado puede parecer un deporte de
“pasabolas” donde te pasas horas mirando cómo va de un lado a otro la pelota.
Pero en muchas ocasiones me vienen a la mente imágenes de gladiadores en
versión moderna. Enfrentados entre sí demostrando quién puede al otro. Uno
tiene que ganar y otro que perder. No hay tablas, un ganador y un perdedor.
Por supuesto vi la última final entre Novak Djokovic y Rafa
Nadal en el US Open. Y aunque sabía que Rafa Nadal no estaba en su mejor
momento uno no deja de vivir la magia del tenis y es que al final el talento se
demuestra en ese preciso momento. No valen puntos, ni copas, ni rankings, …
sólo cuenta lo que seas capaz de defender en ese momento. Y con dos campeones
como los que vimos, llama mucho la atención el enorme poder psicológico y
mental del partido.
¿Cómo puede ser que un tenista sea capaz de entrenar y meter grandes
saques de modo continuo y después en su actuación en el campeonato jugar con
segundos saques? En el mundo del alto rendimiento esto es muy típico.
Y creo que ahí está en gran medida la clave de muchos de los
torneos. La capacidad que tienes de hacer de ese juego profesional una copia a
lo que haces en el entrenamiento. Muchos jugadores se distancian tanto que no
logran ganar ningún torneo de la ATP a pesar de tener una gran técnica. La pregunta es ¿cómo lograr sacar la
mejor versión de uno mismo en escenarios de alta tensión y con un rival
delante? Los más expertos dicen que el verdadero rival en el tenis es “uno
mismo”. Y que si tienes ganada esa batalla, tienes gran parte del camino hecho.
En coaching nosotros utilizamos precisamente estos paralelismos para mejorar el
rendimiento de muchos profesionales en nuestras organizaciones. Hablamos con
ellos, les escuchamos, les damos feedback, y sobre todo les comprendemos
emocionalmente para que el profesional pueda mejorar esa “lucha interior” y ser
más “su mejor versión”. Pero es difícil
ser esa mejor versión sin ese espejo o reflejo externo que tanto bien hace. Esa
imagen que nos dan desde fuera. Ese profundizar en muchos temas que no se
hablan, en muchas emociones que no se tocan. Por eso Rafa Nadal es valiente, no
dudo que será capaz de seguir luchando, pero más que nunca necesita aliados en
esa reflexión y en esa emoción. Más que nunca necesita creer que puede volver a
ser ese número uno desde el disfrute y la puesta en valor continua de sus
mejores habilidades y competencias. Y es que el talento no se relaja, saca
siempre lo mejor de sí mismo. Pone en prueba continuamente sus habilidades y
arriesga para saber dónde están sus límites y donde seguir mejorando. Ya no
hablo por lo tanto de si Rafa jugó corto, sin saque o sin líneas. Hablo de la
confianza y disfrute en su juego. De demostrarse a si mismo que puede llegar a
poner en juego una mejor versión de si mismo.
¿Y tú querido lector? ¿Cuál es tu mejor versión? ¿La pones en juego? Déjame tu comentario que siempre es bienvenido.
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