Si es que tenemos que pensar que no hace tanto estábamos colgados de las ramas, y que en realidad es muy poquito el tiempo que habitamos este planeta tierra. Hace unos seis millones de años que nos separamos del linaje de los chimpancés, de hecho compartimos con los chimpancés un ancestro común (Bermudez, 2011). Ya sé que seguro piensa que aún queda mucho “chimpancé” suelto, pero de eso no va esta entrada de blog. Como Homo Sapiens tenemos unos 250.000 años y hace sólo unos 50.000 que salimos de Africa. Sí esa misma Africa que sangra hoy en día con las hambrunas. Que nadie se sobresalte, si en el fondo compartimos un 98,8% del genoma del chimpancé común (Nature, 2005). Y estoy seguro que alguno me dirá que ese no es su caso, no lo dudo. Pero tal y como Jose María Bermudez comenta “nos seguimos comportando como lo que somos, primates con un elevado grado de encefalización y conciencia individual, pero provistos de una sofisticada tecnología al servicio de nuestros intereses territoriales particulares y tribales” (p. 40).
Eso sí, tenemos una pinza de precisión (gracias a nuestro pulgar), un mayor cerebro y una mayor inteligencia en capacidades ejecutivas y estratégicas. Nacemos con un tamaño cerebral equivalente a un chimpancé adulto (380cc) y evoluciona hasta los 1350cc, y este gran cerebro consume un 20% de nuestra energía (no se puede generalizar claro). Además el cerebro humano puede llegar a tener 100.000 millones de neuronas y unos 100 billones de conexiones que cambian continuamente.
Hemos pasado en nuestra evolución por lo que McLean (1970) llamó el cerebro triple jerarquizado y con las áreas de Brodmann podemos identificar 51 áreas en la corteza cerebral. Hace 400.000 años que descubrimos el fuego y las diferencias entre todos nosotros (el concepto raza tal y como comenta Bermudez no tiene base científica) “tienen un origen ambiental, por adaptación a tantos y tan diferentes ambientes colonizados por los seres humanos desde hace unos 50.000 años”. Otra de las grandes revoluciones tecnológicas fue el neolítico (hace 10.000 años) con la agricultura y la ganadería. Y el conocimiento se propagó. De hecho la diversidad en el contacto de pueblos ha favorecido siempre la mayor riqueza y avance. Si el cerebro creció tanto fue precisamente por los cambios acontecidos en el clima y la necesidad de adaptarse a nuevos escenarios. Y es que como dice Bermudez, “la evolución biológica es pura creatividad e innovación”. Que nos digan que el ser humano es un ser de hábitos sólo y que no ha tenido que afrontar la incertidumbre. Si eso es precisamente lo que nos caracteriza a los Homo Sapiens, somos máquinas perfectas para afrontar la incertidumbre y adaptarnos. Y parece que fue ayer…
Nota 1. Gracias al maravilloso libro “La evolución del talento” de Jose María Bermúdez de Catro. (Ed. Debolsillo, 2011)
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