Un día un amigo me contó una historia de un catedrático de universidad ya retirado de casi 90 años. Habían quedado en casa del catedrático y cuando ya pasó un tiempo de estar conversando, éste le comentó que tendría que dejarle pues tenía la siguiente hora ocupada. Mi amigo, algo extrañado pensando en el concepto clásico de la jubilación no pudo evitar la curiosidad y le preguntó si tenía alguna cita. El viejo profesor le miró a los ojos y con una sonrisa divertida le comentó que tenía la clase semanal de ruso. Mi amigo no pudo menos que sorprenderse y con ojos de admiración salir de la casa.